Visión perenne
Tengo una sombra de aguas y de arenas,
un magro sonreír entre las tardes,
el diente del ocaso ya ha caído
y si un ratón trae monedas son de tierra.
Exijo una estación donde dormirme
con los pies en agua tibia, con el bazo
pletórico de piedras de la luna,
de pétalos del mar y de camisas
que recién se lavan después de la tristeza.
Extraigo una visión de cada esquina,
del cactus de mi voz, de las palomas de mis brazos,
del suave adormecer de las mareas de mis sueños.
E invito a proseguir la caminata de los juncos,
que se mecen, se adelgazan,
ven su sombra grande o ya menguada,
y, desde el mismo sol en que alimentan su jactancia,
se yerguen inmortales y felices,
como la obstinación del buen terrestre
que camina junto a ti y ya feliz sobre las aguas.
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