Te escribo estas líneas
para que no me olvides,
para que no me olvides
después de la muerte;
y será cosa de verse, amigo,
- en verdad te digo -
ni aún más allá del ocaso
postrero del último siglo.
Qué la luz en tu memoria
conserve claramente
cómo pasó este río entre la gente,
cantando su ondulante historia,
abrevando la sed
su tumultuosa corriente.
Para que me recuerdes
como las epopeyas,
que el paso del tiempo
las hace más fuertes.
Allá donde las playas
disfrutan eternidad
y la cresta de los tiempos
besan y gozan aquella paz;
allá nos encontraremos
y bajo la sombra de un árbol
que desafíe la olas del mar,
nos daremos, amigo, a charlar.