Terminando mi trabajo rutinario,
el verano adornaba en tu presea;
tu foto convencida como relicario
cuidaba todo lo que mi ser desea.
Alaridos puros, todos y cada uno,
enredaban a tus sábanas blancas;
cada mañana nueva con desayuno
me sorprendías de bella en ancas.
Sentir la brisa dibujar en tu cara
desprendieron el artista que nació
cuando el viento te exponía clara
en siluetas, que mi amor recorrió.
Las olas jugaban un idea y vuelta
socavando la arena, al comunicar
el mar inquieto pedía mas muestra
de besos, para tanta agua endulzar.
Cuando el sol, la cima alcanzaba,
su reino se pintaba sobre la playa;
tu piel morena toda así bronceada
hacía orquesta visual con la malla.
Perdidos, solos sin alguien moleste,
en aquella distante meca veraniega
mezclando sabores que embellecen
nuestras vidas ardieron su entrega.