Miyagui yuyatsi

Para los que tienen 10 minutos.... ( cuento)

 

 

 

 

Dedicado a todas, y a las que están por venir...

 

 

 

 

 

 

 

»Hola Daniel, soy Priscila… como has estado querido chicuelo?  Sabes… acabo de leer una entrevista que te hace el sr Cuvi… que orgullosa me sentí de ti joven padawan!!  =)  x cierto, acabo de llegar a Quito.

 

 

Habiendo olvidado apagar el teléfono, el tono del mensaje hizo un estruendo semejante a una bomba atómica. Seguramente, a Mozart le hubiera causado gracia el incidente, pero ni a la solista—que de golpe dejó de tocar— ni al director le pareció gracioso.

—Pero, por favor maestro, ¿usted es un profesional o no? —me gritó el director sumamente contrariado. Asentí con la cabeza sin mirarlo a la cara—. Entonces, por favor, no haga estupideces y apague ese aparato.

Acto seguido levantó sus manos: —A ver, gente, todos Da capo.                 Aparentemente, todos habían sido indiferentes a mi descuido, pero solo bastó que el director dijera Da capo para sentir como ochenta miradas empezaron a armonizar atonalmente mi espacio.

 

Terminada mi parte, salí cabizbajo. Rápidamente llegué a los camerinos; a los segundos oboes la mayoría de los compositores nos tenían—y nos tienen—subestimados. Toda la gloria y aplausos siempre caen sobre el principal. O sea, qué tienen ellos—aparte de la simpatía y el padrinazgo del director— que no tengamos nosotros, y ya no hablo solo por los oboes, aquí hablo es por todos.

Desarmé velozmente mi querido instrumento, no quería encontrarme con el caralarga del director, que seguramente traería consigo, algún sermón sobre la responsabilidad y ética laboral. Para tener una voz de tuba y dárselas de buen cantante, el polaco—que así le decíamos entre bastidores—tenía una autoestima envidiable.

 

Salí por el mismo el pasillo que hace 9 años me había recibido queriendo ser músico. Siempre sus paredes habían apestado a febrero después de lluvias, pero además de eso, con el paso de los años había aprendido a percibir entre puertas y viejos retratos: el aroma de un bosque preñado de eucaliptos, el sollozo de una mujer rechazada, la satisfacción de una beca, o como el primer amor se escapaba de las manos por culpa de otros grandes amores.                Hoy, sentía, como las notas del piano endulzaban mi cafeinómana mente con crema. Fueron  Mozart, Rajmáninov  y muchos más, mis fieles compañeros de infancia, en realidad, fue la música el único deporte que practique de niño… Sentir como cada nervio y neurona de mi cuerpo eran masajeados por las ondas cromáticas y diatónicas que escuchaba o entonaba es algo inexplicable e indecible hasta ahora.                                                                                           -¿Qué hora es? —interrumpió mis pensamientos la rubia fagotista recién salida de la academia, desde que llegó no había parado de sonreírme,  pero no me interesaba—. Son las 10:45, —agradeciéndole en ruso, me despedí de ella y de otros colegas que estaban en la salida del teatro. Percatándome de que el celular indicaba un nuevo aviso, decidí abrir el mismo mensaje que hace poco me había avergonzado frente a la orquesta…

 

 

 

» ¿En verdad eres tú pequeña saltamontes?

 

(5 minutos después)

»siiii  =) quien más en esta vida te dice padawan? Niño tontito, como estás? Me has extrañado?

 

(3 minutos después)

»O: no lo puedo creer!!! Estoy chateando con un fantasma O:

 

(1 minuto después)

»Y ese fantasma tiene nombre y apellido, calza 36, tiene ojos negros y pequitas en la espalda =P

 

(4 minutos después)

» O: Holaaaa  =) que gusto saber que todavía estas viva!!   Yo trabajando, tú sabes: notas, partituras y conciertos, hasta cuando te vas a quedar por acá?

 

(2 minutos después)

» =) Estoy vivita y coleando,  te acuerdas que te decía que quería morir como una pasa?  jeje  =p  pues ahora no quiero!  Me quedare un par de semanas a lo mucho…

 

(3 minutos después)

»Morirás arrugadita como una pasa agridulce =P   porque tan poco tiempo?   Salgamos!!  Tienes planes para mañana?

 

(1 minuto después)

»Solo vine por las escrituras de unos terrenos de mis papis…mañana no puedo = (  pero pasado estoy libre, tu puedes?

 

(2 minutos después)

»Claro!!  Salgamos pasado mañana a tomar un café y fumarnos un “More” como en los viejos tiempos…

 

(2 minutos después)

»Te acepto la invitación, pero solo el café, ya no fumo O: ¿que cómo así?  Ni yo lo sé!

 

(1 minuto después)

» O: No lo puedo creer!  Te han cambiado por otra!! =D    te veo en la Patria y 6 de Diciembre, del lado de McDonald’s, como en los viejos tiempos.

 

(2 minutos después)

»Pero a qué hora querido?

 

 (1 minuto después)

»A las 5 pm querida =)

 

(10 minutos después)

»Sabes, en los viejos tiempos me hubieras contestado “te he extrañado mucho”.

 

 

Llegando a casa llamé a mis padres, tres veces insistí; todavía no me perdonan, y los comprendo. A pesar de que la tarde daba para café con jazz, decidí quedarme para ver cómo las nubes pintaban el fondo de mi techo, a veces creo, que Dios juega tetris con ellas…  Para muchos, el recuerdo es como tomar un bus en sentido contrario, para que a mitad del camino no les quede otra opción que bajarse. Para otros, el recuerdo es como la anestesia diaria del presente. Otros dicen, que el recuerdo es como un fantasma con sombra. Para mí, es solo verla a ella, como a una completa desconocida, pero con mucha vida en común.   

 Podríamos decir, que el recuerdo es semejante, a aquellas mujeres que tu llegas a amar, aun sabiendo que son “casi” imposibles, y si digo entre comillas casi, es por darle esperanza a la esperanza; a veces ya no hay nada por hacer e insistes en darle una oportunidad a las cuartas o quintas sin razones que se excusan en el tiempo…  como diría Sabines, “espero curarme de ti en unos días.” Lo malo, es que no especificó cuántos días, ni a qué iban a saber esos días, porque ni los medicamentos modernos, ni la luna en ayunas te sirve en estos casos.

Y si alguna vez yo la esperé, aun sabiendo que sacrificaba poco a poco mi identidad ¡No sé por qué lo hice! Aquello fue como embarcarme en un globo aerostático sin saber después como aterrizar, fue como verla trepar en un avión que se perdió en un colchón de nubes rumbo al otro lado del mundo…

 

La tarde pasó al igual que una oruga intentando cruzar una avenida a hora pico, me arrepentí de haber tirado a la basura, todo lo que por resentido tiré. Milagrosamente,  encontré unas páginas sueltas acerca de ella entre mis documentos personales: ¿Te has preguntado a que sabrá el silencio en 10 años? ¿A que sabrán tus pálidos ojos? Y por segundos llegamos tarde a los conciertos en tu alfombra, a la música irisada, al momento.   Y hemos decidido encontrarnos: En algún otro principio,  En alguna otra vida. O quizás en 2 semanas...

¿En que estaba pensado cuando le escribí esto? En la metro, en algún café, o en algún recoveco del día en el que la soledad solo se limitaba a escuchar nos encontrábamos, y los días en que perdíamos vista, era cuando cerrábamos los ojos.

 

Dejé de buscar más recuerdos, ya tenía suficientes por hoy. Me instalé en mi estudio, decidido a leer una sonata de Bach: donde las primeras notas son semejantes a olas que mueren y viven para caer en un círculo infinito de cadencias, en donde la melodía pernocta todo el tiempo. Iba a la mitad, cuando la bomba atómica de mi celular sonó de nuevo;  me apresuré a revisarlo. 

 

»Hola, que haces?

 

  

 

Muchas veces el valle que divide al olvido y al recuerdo es la muerte, y hoy, ya no recuerdo —o no quiero recordar—lo que hice al día siguiente. Tal vez solo esperé a que mi cuerpo—o sea, yo—viaje a través del tiempo, muchos decimos: ojalá que el tiempo se vaya volando, pero es al revés. El tiempo sigue ahí y seguirá ahí.

 

El gran día. Ensayo aburrido. Solista virtuosa. Salí velozmente al parqueadero evitando conversaciones triviales (jugaba Liga de Quito), en la puerta del carro, me esperaba mi mejor amiga.

—¿Como así tan apurado? —Me preguntó intrigada

—Tengo  una cita.

—En serio —me dijo ella— ¿y quién es la afortunada?-

—Te acuerdas de Priscila. La chica del coro de la Universidad de Guayaquil, amiga de José Daniel.

—Umm,  me suena,  ¿ella no era la novia de Mario Henríquez?

—¿En verdad fue novia de Mario?

—¡Claro!  Cuando conocí a Mario, siempre pasaba pegado a esa guagua, pero, ¿qué es de la vida de ella?

—Acaba de llegar a Quito, hoy la veré a las 5 pm.

—Entonces apura Casanova, ya te falta una hora.

 

Salí faltando quince minutos para la cita; llegué preocupado de que ella ya estuviera esperando. La última vez que la vi, en realidad no la vi, solo la escuché hablar de sus planes. Fue uno de esos días en que solo esperas a que llegue el siguiente y así sucesivamente…

 

Miré a todos lados (diez minutos).

 

Prendí un cigarrillo (quince minutos).

 

»Hola Priscila, ya llegué, por donde andas (veinte minutos).

 

Mientras los rostros pasaban, detenidamente busqué una mirada o sonrisa que deslumbrara mi impaciencia.

 

»Todavía tardas? (cuarenta y cinco minutos).

 

Todavía recuerdo el día en que quise despedirme, no sé por qué motivo, ella no lo quiso hacer. Tal vez, quería irse de una vez por todas; a diferencia de mis padres, con ella insistí cientos de veces. Nunca me perdonó, y la comprendo.

 

Regresé a mi auto aturdido, fue alguna mala broma, pensé.

Encendí el auto, el motor sonó como aquellos ferrocarriles que esperan dar su última vuelta para al fin descansar. Busqué en mi Ipod algo de Beethoven, y mientras salía del parqueadero, las notas del piano armonizaron perfectamente a la bomba atómica que sonaba de nuevo en mi celular.