No vengas hacia mí todavía, que no quiero abandonar esta vida; porque quiero algunas cuentas rendir, porque te voltearía la espalda a la salida de mi existencia, antes de mi partir. No vengas que así estoy bien, no quiero tu visita pálida y aterradora, ni ver tu sombra que quizá de puros huesos se dibuja; porque no quisiera exprimir limones en tu sien para que huyas a un millón de millas por hora a buscarte un lugar entre brujas. Que te ordene Dios primero, no vengas sin su previa autorización; no vengas, que no deseo ver tu cuerpo esquelético, no vengas, que a pesar de que este planeta sea tétrico aquí quiero dejar todo mi ego para después decir a este mundo "adiós". No vengas, no vengas todavía, de ser posible. ¡Hazte por perdida entre la sombra de las rocas más extrañas, del inmenso océano más lejano!; y no muestres tu imagen temible, que no me agradaría traspasar con mis ojos tus entrañas, ni apretar tus heladas manos. No vengas, porque ya hay un mar muerto y una infinidad de difuntos flotando en él, como algas en su profundidad; no vengas, porque algún camino desierto convertirá tus patas flacas en velas de papel, para que no me puedas alcanzar.