Suelto amarras,
fijo el rumbo en la brújula
en la embarcación de mi alma,
izo el velamen con buen viento,
me hago a la mar de mis sueños,
con la esperanza de encontrarte,
en los resquicios de las olas agrestes
que inundan mi vida.
En lo alto del mástil mayor,
enarbolada la bandera de mi corazón
se agita con cada latido de mi amor,
días pasan, horas infinitas,
aun no encuentro en este ancho mar
el rumbo cierto que me lleve a tu hogar.
Los caminos se han hecho duros,
la tripulación de mis sentimientos,
está dando muestras de un motín,
tengo que encontrarte, ya hay desespero,
voy perdiendo la esperanza de encontrarte.
Soles y lunas van pasando,
el azul intenso va nublando
poco a poco la visión,
la embarcación se va desgastando
de tanta distancia recorrer,
-ya no quedan ni los pertrechos-
para alimentar mis ansias
que por vos tengo.
Un silente día,
el mar se endureció tanto,
que esta nave zozobró,
he quedado a la deriva,
sin que nada ya me quede.
Ya embriagado de tanto mar,
con espejismos en la visión,
asido a una tabla de salvación,
que fue lo que pude rescatar,
vislumbro y no lo se,
porque mis ojos casi ni ven,
una luz esplendorosa en el horizonte
que mi alma sospecha,
tiene tus aromas en cada parpadeo
esa luz irradiada.
Tesoneros esfuerzo casi sin poder,
brazada tras brazada voy llegando,
renacen mis latidos,
una isla solitaria de intensa natura,
brilla, ya casi la rozo,
a sus orillas llego arrastrándome,
-rendido quedo postrado-
y no se más de mi.
He sentido un ligero toque,
unas manos que acarician
con ternura,
una voz que dulce deja salir
mi nombre,
creo que estoy despertando
en el paraíso,
abro mis gastados ojos,
eres tú la que estás a mi lado,
esté soñando o no,
aquí me quedo por siempre,
no importa donde me encuentre.
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