Ella,
ella es la culpable de mi desgracia,
embrujado de sus sutiles encantos
ha convertido mi vida en una falacia,
ha estremecido mis sentidos
y ya no se si es la gloria o mi desgracia.
Ella,
la que mira con pasión y ternura,
la de encantos inimaginables,
la que me ha llevado al borde la locura,
la que acota mis palabras
para decir que es la hiel con más dulzura.
Ella,
es el templo donde se escuchan mis amarguras,
es aquel sentimiento que da origen
a la oración que da paz a mis desventuras,
es la casa pagana llena de misterios
donde se rompen las ataduras.
Ella,
es la diosa de la belleza,
bastos son sus dones
como basta en mi torpeza,
cuando la miro, así tan hermosa
de pies a cabeza.
Ella,
es la santa que absuelve
los pecados de mi cabeza,
ella es la que me envuelve
en los más bellos momentos de tristeza;
la que me eleva, la que llena de grandeza.
Solo ella ha podido encumbrarme
en la gloria misma,
solo ella ha podido dar
lo que mi corazón necesita,
solo ella se entrega con pasión y locura;
ella es la que me enferma, ella es la que me cura.
(F. Cervantes)