Víctor Callirgos

La Niña Peregrina

Baja presurosa, callada;

con mil rayos de oro

¡más hermosa! adornada

la nívea frente.

 

Su blusa azul cielo

al ebúrneo cuerpo

se adhiere suave

y un bello torrente

de lágrimas cristalinas,

cae al musgo del camino, 

de sus ojos acarinos.

 

Pasa temblorosa el río

y en mil pedazos se quiebra

su imagen misteriosa

en el espejo herido...

 

Huyen las espinas

y cual manto en su vía,

se posan las rosas.

Su pie es sin duda

la obra perfecta

que soñó Miguel Ángel...

¡La huella de su planta,

un dios del Olimpo

extasiado recoge...!

 

Baja presurosa, callada,

con mil rayos de oro,

¡más hermosa! adornada.

Y aunque muere de dolor,

da vida su mirada.

 

Atrás en el camino,

se ven magnolias,

se ven linos, 

se ven claveles y rosas,

abundan alhelíes

y trasciende en el espacio,

sutil, su perfume divino.

 

Delante, si el mirar no alcanza,

¡soledad y frío!

páramo sin flor, 

reina la tristeza

y se siente nítida

la ausencia de Dios.

 

Mas ella continúa

peregrina su destino

sin descansar;

y le pregunto al viento:

¿a dónde...adónde

querrá llegar?

Silencio.

 

Y en silencio, 

mil lumbreras perezosas

al dormirse el Universo

se han puesto a tiritar;

pero ella sigue, llorando,

caminando sin cesar.

 

Y le pregunto al silencio

¿Por qué? ¿Por quién,

tantas lágrimas ha de llorar?

 

Llega entonces a mi alma

un mensaje celestino

que me absorbe,

que me ensalma,

que me besa,

que me calma,

¡más no acierto adivinar!

 

Mientras ella, presurosa,

callada, con mil rayos de oro

¡más hermosa! adornada,

deja en el camino

claveles y magnolias,

alhelíes...

rosas y linos,

y como un recuerdo para mí,

su blusa, su mirada

y su perfume divino.