Te tengo aquí,
muy dentro de mí
y te quiero,
te amo...
mas tu orgullo me mata
me lastima dulcemente,
las heridas que grata
abriste amorosamente.
Y te tengo aquí,
tan cerca de mí
que al tocarte eres fuego
y te amo y te quiero...
no ves que el corazón se muere
ungiéndose musculoso y palpitante,
por decirte tremoroso que te quiere
a toda hora y en cada instante.
Y no estás conmigo,
te has ido lejos
¿o yo he huido tan así de lejos?
Ya no estás presente, ya no te veo,
y al morirse en la noche mis ojos,
presiente mi cuerpo que anhelante deseo,
hundirme profundo en tu cuerpo amoroso.
¡Cariño!...¡Cariño!
y es que anoche te soñé,
estabas dulce y sin abrigo
¡ah!...anoche te soñé.
¡Qué excelsitud!...¡qué franqueza!
te tenía en la alcoba de mi pecho,
mansa y ardiendo en pureza;
abandonada a mí,
deshojada por mí
en un sedoso y tibio lecho.