Y miró al cielo. Sólo bastó unos segundos en la oscura noche para que divisara las estrellas solitarias que escapaban de la luz urbana.
Poco después, cuando sus ojos fijos en el negro cielo se adaptaron a la oscuridad, vio como en una repentina y mágica explosión, se llenaba de a poco aquel firmamento y las estrellas brillaban juntas, como diciéndole algo.
Y ella pensó que le decían lo que siempre había sentido, que sólo es ciego el que no quiere ver.