Manto negro, atado al cuello,
capa que esconde el deseo, pisando de la noche su velo,
sueño de brujos pegados al suelo, de finas espadas, fugaz brillo en la oscuridad de la distancia.
Tras años de renegar mirarme al espejo que pinte en negro,
he soñado de nuevo, golpeaba la puerta, tras ella tu alma, sobre la mano, mi eterna esperanza, atravesada de diablos, de fantasmas, orgulloso pasado de esfuerzo maltratado.
Castigado por una ira enmarañada,
encerrando de comprimidas plegarias el día,
recorro la noche que te oculta, sorprendiendo cada esquina con brincos de absurda y tardía valentía, quebrada soledad de mi fragilidad.
A los pies de la luna,
sobre la arena a la que hizo llamar, playa mía.
Mi exilio de remordimiento y conciencia, caen rendidos en el agua salina de su orilla, horizonte de fuegos, de distancias corrompidas,
celos de mi entierro sin vida.