Todas las madres, todos los hijos, amor,
es característico, el sentimiento,
tan antiguo este cálido viento,
vertiente de fe y firme fervor.
Cifran las horas un camino, un día,
ruge el fuerte río otra semana,
calmando los muchos golpes, tal gana;
esa caricia bendita respondía.
Mirando sus ojos, sus manos, es miel,
alabando al supremo, alto don,
no hay cariño símil, duerme en él.
Una flauta endulza el horizonte
es la pureza de un calor fluido,
misiva directa, consciente norte.