El Caballero de la Rima

Efímero Viaje

Adios Felichi....


Efímero momento en que nacemos

No hay tiempo de saborear más que la soba atizada por alguno a quien recién conoces.

 

Efímera infancia. Cuando el deleite promueve al disfrute,

así como desaparece la utopía del infante Divino, se turban los productos glandulares

soliviantándonos  a pasajes impensables a sólo santiamenes.

 

Efímera adolescencia. Escasamente discurrimos que estamos al tanto acerca de todo sobre vivir,

y consentimos razonable que siendo así de trivial la vida, tanta gente se complique

y a duras penas debemos entender que justo empezamos a inquirir el mundo real.

 

Efímera juventud. Siendo que instruidos a su consorcio pasa desapercibida,

hasta esa  mañana de los cuarenta en que no conquistas percibir donde dejaste las pantuflas,

mientras el sentido de la visión hace parte ahora de tus limitaciones.

 

Efímera vida. Si no creemos de acogida que es una anexión de momentos felices,

nos la dilapidamos alternando con hacer la felicidad en un momento.

 

Efímera existencia que das y arrebatas,

¿Cómo salvar la brecha que estableces altisonante?

El tiempo y el espacio se petrifican en medio de los avatares de la cotidianidad

para mostrarnos indolentes la fragilidad que acompaña a nuestro merodear ordinario.

La vida que comienza con un único llanto se despide con múltiples lamentos.


Autor:

Tomás Enrique Maneiro Quesada

EL CABALLERO DE LA RIMA

8 de Noviembre de 2012