Quienes conviven conmigo saben que es el estudio de música el espacio más apropiado por mi persona en casa. Cuando trabajo a puerta cerrada en él, y el violín se desbarata de cansancio, detalle que delata mi mal humor.
Sólo él me observa y a pesar de mi silencio hostigante, rebelde y áfona tiranía, aun es capaz de mirarme con amor dilatado en sus pupilas.
Cuando el pentagrama da percusión al fuego,
una hilera de luciérnagas revolotean
algunas mueren sobre mi pecho
asfixiadas por el dióxido de inquina.
Existe el temblor oscilante en las cuerdas,
la rabieta del compás en mis tonos,
negras y blancas mis dilaciones,
furia enardecida en luz opaca.
Un genio desbordado,
cruel silencio de mis labios muertos,
afónico corazón, dolor impotente,
Es el ritmo de mi angustia tirana.
Cuando al volver mi diapasón
tu cuarteto “retinal” se clava en la octava mía.
Es un embate a mi mortecino corazón,
la hoguera transmuta y el violín descansa.
Clavel Rojo
Alejandra P. Rodríguez Espinosa. Todos los derechos reservados.