Hace muchos años. En mi tierra querida en un valle, rodeada de montes, vigilada por un castillo, yo tuve magostos con mi pandilla, a la orilla de la carretera, echando humareda cuando respiraba por el frio, corazón caliente, ojos húmedos por el viento agreste, bufanda gruesa tapando el cuello. Guantes que calentaban las manos heladas, rodeada de calor humano de mis compañeros. Felices, despreocupados, asábamos las castañas e mismo medias crudas sabían al mejor manjar.
Regresábamos con la punta de la nariz roja, manos sucias, hablando entre todos, para que la distancia fuera más pequeña, hasta el pueblo. Allí en la cafetería una bebida caliente, no quitábamos los guantes para que no vieran nuestras manos cenicientas de pelar las castañas.
Juventud en su hermosura inocente, sin móviles, sin tecnología, solamente nosotros.
Hoy todos estamos cambiados, si nos cruzáramos en la calle, no nos conoceríamos, quizá algo se sentía, por lo menos que nos conocíamos, pero de donde, no sabríamos.
Son muchos años pasados sin nos vernos, cada uno hizo su vida, en sitios lejanos, pero seguro que ha quedado la añoranza de tiempos de nuestra primavera.
Este año de nuevo a un magosto voy, distinto, pero seguro que volveré a estar en mi tierra, con mis compañeros en la orilla de la carretera, alrededor de una hoguera asando castañas, pingando de la nariz con el frio de mi tierra en un valle rodeada de montes e de su castillo.
No me dejan mis recuerdos, quizá porqué fui feliz, el mejor tiempo de mi vida.
Miro la juventud de ahora e me da pena, cuando tengan mi edad poco o nada tendrán para recordar e es triste.
Se perdieran maneras de vivir que harán mucha falta en el futuro, cuando no puedan volver atrás e vivirlas.
Mi generación es la última que supo e tuvo infancia, juventud de verdad.
Huracán de transformaciones, de innovaciones, electrónicas, de falencia del humano en su todo, ya no es nuestro corazón que manda, son hilos, baterías e pilas. Se estropean e tienen contenedores solo para ellos, si lo piensas allí está lo que ha perdido esta juventud, el mejor que la vida contiene, los sentimientos e la comunicación, entre ellos.
Hoy ya no sienten frío, en el camino, pues no van a parte alguna, solamente a tener en sus manos una copa e no otra mano a sujetar la suya.
Felices los que mismo repitiendo su pasado, con una mezcla de nostalgia, aun sonríen por lo que han tenido de bueno, en tiempos lejanos, pero presentes hoy en su vida.
Castañas hay, iguales, lo que ha terminado, es ser joven.
Oporto, 10 de Noviembre de 2012
Carminha Nieves