Cada paso en la vida fue
una espina clavada en el alma;
hubieron ropas de seda blanca
y resbalaban en ellas las penurias.
En cada trinchera habían mil soldados,
un moribundo perdido entre tinieblas humeantes,
el rostro impávido de los humanos
nunca purga condenas
Los errores se repiten en la bruta ignominia.
CARLOS A. BADARACCO
9/11/12
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