Yo no sé si es un pecado
decir: Te mueres ¡me muero!
Porque ante todo yo infiero
que de ti me he enamorado…,
asimismo, ya es mi aliado,
este pesar que salpica
de creer –que en ti radica-
Por lo cual desencadena
un mal que a mí me condena
a morir que es lo que implica.
Malhaya el mal que te embiste
porque a mí me desampara;
¡quiera Dios que te dejara
ese mal que en ti reviste!
Desde que lo sé –estoy triste-
Y no hay consuelo en mí entraña
¡es un dolor…! Que no engaña.
Es un dolor que me altera
por eso: qué ella no muera
porque mi vida se empaña.
Cómo admiro su cordura
no se ve jamás flaquear,
(es una ola en el mar
que no le teme a la altura)
En cambio a mí sí, me apura,
está en sus manos mi vida
aunque es Dios quien lo decida
…en soledad yo me muero
¡antes de sufrir prefiero
que juntos sea la partida!
No es blasfemia mi sentir
ni rencor que se me clava
…es simplemente la lava
que se esparce en mi vivir:
inquiriendo ¿se va morir?
Esa pregunta me quema
¡entonces si es blasfemia!
Que me condene mi Dios
porque este amor –es de dos-
Y la muerte es un dilema.
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Sergio Jacobo “elpoetairreverente”