Moriría sin pensarlo,
sin remordimiento y sin dudas,
una, otra, mil veces,
y todas las que fueran necesarias,
entre las suaves caricias invisibles
de tu delicada mirada de miel…
En esos roces aterciopelados
que le regalan vida y razón a mi ser,
resplandeciendo mi mundo oscuro
como alborada iluminando la mañana.
Son tus ojos la alquimia de tu esencia,
que transmuta mis emociones más viles;
son esa metamorfosis inesperada,
alentándome a ser mejor cada día;
la panacea universal sanando
con caridad mi indomable espíritu.
…Son el aqua transparente
que me muestran tu alma limpia.
e.g.