Eres de sol y de hielo,
de humedad y de sequia;
transitas y te detienes,
un día me amas y otro me olvidas.
De tanto ir y volver
me he acostumbrado a tu vuelo.
Sufres la metamorfosis
que desandas casi a diario,
te enciendes y luego apagas,
te evaporas y regresas.
De tanto ir y volver
me he acostumbrado a tu ausencia.
Naces en la madrugada
y deshaces en la tarde,
sonríes y luego lloras,
me acaricias y rechazas.
De tanto ir y volver
me he acostumbrado a no verte.