¡Oh, dulce y grato amor!
cervatilla todavía tierna,
¡mírame!...que la luz de tu linterna
maravillosa fugue en temblor
por la celosía azul de tus ojos
hacia mí...
Ven dulcísima que aguardo de hinojos
en mi lecho de telares rojos,
masticar tu hierba matutina,
morir en la mirada azulina,
aquella, oveja blanca, la de tus ojos.
Ven, amada, bebamos los dos
el néctar del azahar en flor;
agotemos la copa de amor
en este dulce y grato momento
de olor a nardo con olor a incienso.
Amada, en el recogimiento del silencio
que absortísimo escucho,
cuando consume la tarde del tiempo
nuestra vida pasajera en este confín
amémonos mucho.