Carlo Enrique

Diluida la niebla...

 

Diluida la niebla
se cuela por nuestras narices
cuando nos miramos
uno a uno
dos a dos
estás ahí
y tus manos rozan mis manos:
tibiedad.

Mis ojos miran tus ojos
tus ojos mis ojos
mis ojos tus ojos
ojos mirándose cuando miran.

Y si silenciáramos
el murmullo 
de nuestros pequeños tambores
qué sería de nuestros alientos,
de tu abdomen
que vierte sudor
entre las escalas de nuestra primavera.

Cómo  retoñan las hojas,
vendrán los picaflores
a perturbar tiernamente
los botones en flor.

 

Carloenrique