A dos palmos escasos de mí cara,
sujeta por tan solo dos dedos, aprecio la flor de una blanca magnolia, los recuerdos me llenan la memoria, se hacen presentes tomando mil formas, de niño a adulto, pasando por la adolescencia. Imágenes recorren mis carnes de prohibiciones excusadas.
De lejos, de muy lejos, aires con sabor albahaca y orégano,
despiertan del destierro, la libertad porcionada de estas carnes confusas, sin comprender lo que ven y sienten, pues en nada se parece esto, a los principios básicos que se han defendido a mi lado más coherente y claro.
Tierra mía del alma, entre tantísimo bueno,
siendo tan sencillo. Donde cambiemos la dirección de lo que somos a lo que fuimos, que ni el frío y limpio viento de este otoño descubierto, nos despierta de la ensoñación donde nos han sumergido, entre quejidos redactados por externas manos, sin ideas ni entusiasmo.