De tanto en tanto
los poetas sufrimos
pequeñas muertes.
Un ruiseñor de noviembre
se espanta ante el silencio.
No hay voz, ni quebrado trino
y cuelgan de las ramas los poemas
sin tocar la tierra, sin nacer,
vestidos de rocíos matinales.
No toman vuelo las palabras
desde el mutis de labios apretados
y en la nubosidad de las pupilas
aguardan el azul en cielo gris
las pálidas metáforas.
¿Dónde están la primavera de los destellos hirientes,
las palomas con su ruidoso aletear,
las brisas que robaban aromas de jardines?
Se han callado a lo lejos las campanas
tras un lejano coro de violines
y jadeantes caravanas de recuerdos
cruzan páginas desérticas.
Pero están, todo está, es, se siente,
están los pájaros, las flores, los versos,
están la luna y las estrellas,
el sol y la campiña,
el arroyo, la cascada,
la vega, la montaña,
el mar, la playa y los veleros,
Bach, Mozart y Beethoven.
Solamente tú que te has dormido
te empeñas en no verles.
Mientras duermes, oh inspiración,
hay mariposas que revuelan los rosales,
picardías de niños en la calle,
perfume de mujer besando el aire
y está su bosque de duendes somnolientos.
Mientras duermes, la vida se resume
en el tibio nacer de un nuevo día,
en el silbar cadencioso del obrero,
en la ternura de una madre
y su canción de cuna .
Mientras duermes, alguien espera
que endulces sus mañanas, sus días,
su joven transitar, los sueños de su alcoba,
¿Acaso no te basta con su dulce sonrisa
y el eco de su nombre en los rincones?
¡Despierta, inspiración, que afuera hay vida
y la vida ya no es vida sin poesía!
(Los gorriones nos dejan un jolgorio
a cambio de las migas de un poema/desayuno)
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
Ilustración: Arroyo Ruca Malén, cercanías de Villa La Angostura, Neuquén, Patagonia Argentina (Fotografía de Rafael A. Maldonado)