En la noche clara cuando el cosmos duerme
puedo ver inocente fulgor de estrella
tu faro lejano dirigiendo la huella
de todas las naves que acuden a verme
Enmudece solemne el oleaje marino
se apagan las luces del puerte sureño
y me siento grande y me siento pequeño
abstraído observando tu fuego ambarino.
Entonces te canto rompiendo el silencio,
el dolor que abruma todavía a mi alma
y me abraza tu rayo dándome calma,
cubriendo mi pecho de oloroso incienso.
Ahora se acerca otra nave a este puerto,
cargada de fe, de amor, de esperanza,
de allá, del arcano que el mirar no alcanza,
viene piadosa a resucitar un muerto.