Cada vez que te miro, se me enciende la sangre
en la hoguera infinita de tus ojos profundos;
y en mi carne galopan corceles desbocados,
en busca de la magia de tus pechos desnudos.
Cada vez que te miro, sueño ser la simiente
que penetre en tu huella, y germine en tu surco;
y al cruzar beso a beso tus postreros confines,
me perfume la boca el sabor de tus frutos...
Rebosan en mis manos caricias inventadas,
para explorar tu cuerpo, hasta perder el rumbo,
y el eco de tu voz se transforma en cadencia,
para arrullar mi oído, cada vez que te escucho.
Cada vez que te miro, quiero alcanzar el cielo
bajando por tu espalda y subiendo por tus muslos;
incendiándome el alma y quemándome la vida
en la hoguera infinita de tus ojos profundos...