Apareciste, un día, de la nada, y como de la nada te aprendí amar. Nos fuimos envolviendo en una maraña, de sentimientos. Casualidad, bella casualidad. El amor llegó, y con ello, el deseo, sueño, con tenerte conmigo. Te he dicho que mi cama está vacía, esa cama que ocupas noche a noche espiritualmente. Y haces que sucedan tan maravillosas experiencias en mí. Cuando cierro mis ojos, abrazo mi almohada, te veo venir hacia mí, parado al pie de mi cama, me levanto, te tomo en mis brazos, acaricio cada parte de tu cuerpo, mis labios son como olas que arrasan tu cuerpo violentamente, pasando por las profundidades y las elevaciones naturales en ti. Tus manos se deslizan por mi cuerpo, vibrando me entrego a ti, nuestro fluidos salen naturalmente, me siento humedecida de amor, de emoción, tu con tu virilidad penetras en esas aguas, sumergido totalmente, profundamente, acompasadamente, como la melodía mas bella a los oídos. Así, con suavidad, una y otra vez, me gusta sentirte, pero mas me gusta estar yo poseyéndote, subo a tu montaña, me poso en ella, esta majestuosa, siento su poder, me abalanzo siento su totalidad, dentro de mí, me poso, me levanto, me vuelvo a posar y así pasan los minutos. Siento tu roce en mí, como un viento fuerte que hace vibrar lo más profundo de mi ser, siento como mi cuerpo va entregándose, va cayendo como en un abismo profundo de éxtasis. Vibra mi cuerpo, mi cerebro no resiste las descargas de tanto placer, me embarco en este viaje profundo, me dejo llevar, cual barco en alta mar por una tormenta, sin poner resistencia, sin rumbo, solo el placer que me das tú acompañándome en este viaje. Los dos a la vez, entregándonos en la intimidad de nuestras vidas, de nuestras almas, de nuestro existir.