Ante el vano esfuerzo de enfrentar la vida,
ante la desazón que produce el triste padecer de todo,
ante el ingrato sabor de la mentira,
ante la fría sensación del lodo.
Ante el hambre, flagelo de todo.
Ante la rudeza del agua del río,
la esperanza impone el último esfuerzo
aguantando el sueño con el pecho erguido.
Me mueve tu llanto, un llanto divino,
la verguenza enorme de ser impotente
porque aún con pan, con techo y abrigo
me siento inseguro y menos valiente.
Me enseña tu esfuerzo, titánico esfuerzo,
que el hombre muy pobre por pobre que sea
conserva su tierra y el destino adverso,
no mella su espíritu por grande que fuera.