Sé que no ha respondido las mil doscientos treinta cartas de amor en donde le recomendaba como lo más cercano a mi elegía,
ni se ha tomado la molestia de encender la vela que yo dejé en la mesa para iluminar su leja
nía,
con un montón de historias que contar, yo he cerrado por última vez el libro del silencio,
y sin embargo usted grita en mis honduras que aún no muere el sentimiento.
Como isla al medio del mar, usted se ha vuelto la última de mis posadas,
sin muelle construido, pero con un farol encendido,
yo creo ver su figura aguijoneada de suspiros esperando mi barca.
Enseñándome a navegar en un mar sin fondo,
usted se mide por la congruencia de la distancia y lo que siento.
…Por eso le he regalado un puñado de rosas y una que otra palabra amorosa,
porque usted tiene derecho a saber lo que tanto le pienso,
todos mis motivos tienen la orientación que lleva la ruta del alma,
mientras le invento posadas a donde descansen sus sentidos.
Sé que no ha respondido las mil doscientos treinta cartas de amor, ni ésta más reciente declaración de mi puño y letra,
ni se ha enterado aún que mi amor ha llegado a su puerta,
mas sin embargo tengo motivos para seguir dibujando sus huellas cerca de las mías,
y para confundirla con un pedacito de cielo que se esconde al final de ésta elegía.
ricardo felipe
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