En la alcoba se notaba
una relajada y embrujada calma
con reflejos en el cristal de la ventana,
de una cascada pigmentaria de estrellas
que sutilmente iluminaban en la noche
nuestra secreta morada.
Dos vasos de vino sobre la mesa
y una botella casi vacía,
restos de comida
y unos profilácticos en la bolsa de basura
el teléfono descolgado
y los móviles de bolsillo apagados.
Y en la cama tu estampa
sobre las sábanas blancas;
dónde tú..., la domadora de mi fiera brillabas
mostrándome a media luz las dunas de tus encantos,
¡ Qué excitación contemplarte ¡
mientras yo quemaba mi último cigarrillo de la noche.
Al cabo de las horas enamoradas
los primeros escarceos del sol de la mañana
se posaron sobre la inmortalidad de tu belleza,
y el cálido despertar nos encontró en la cama
melodiosamente entrelazados.
Buenos días amor. ¿Te pongo un café?.
Una taza de café,
un buen ron y un cigarro…
En una cueva llena de rosas
en sus grutas doradas
Sus manos regias
sacaban suspiros que
hienden el aire
el astro del amor
metido sobre el tul
Temblaban las gotas
en las flores como rocío
se sentía el calor de un fuego
lo avivaban sus gemidos
en fuego sin quemarse
robando de ella el polvo de su nieve
prendiendo su primavera.
de un trémulo suspiro
en reflejos de los zafiros
se vieron sus ojos cristalizados
la que dejo de ser niña
y convertirse en su mujer
En esos luceros se reflejaba
su ilusión, su alegría,
la luz iluminaba su belleza
Y el sentía como latía su corazón.