He vivido bajo la raíz de tu sombra
nudo deseo de mis ojos
casi, casi fuera del milímetro mar de tus manos
de estas manos vacías
para nombrarte con mi saliva seca
niña
la espalda de un deseo amamantado
la ternura de amor desde lejos.
Le invento criaturas a mi poema, niña
el solsticio que florece en tu pelo
los momentos perdidos que ignoré de tu vida
guardándola en este hueco de páginas
indicios del corazón.
Presentimientos que se estancaron en el silencio
cerrados por la pared de los años
y se volvieron palabras a través de los muros
cuando abriste la antigua puerta
de mi terquedad.
Y los escombros de tu luz
se hicieron sustancia de miel
por encima de tu nube de agua dulce.
Y llegaste con un copo de aire a tientas
con el murmullo azul
con el siseo silvestre que rezongaba la cinta asfáltica
esmaltado en la copa lenta de los ruidos:
Karen.
Hoy secreteo la tibieza de tu voz
que sigilosa camina al borde de mis labios
y se detiene en el hilo espacioso de la palabra
iluminando la intimidad de mi alma.
Afuera: en la calle, éste hombre te mira sentado
desde la esquina de los años
con el mutismo reflejo
que sostiene la vela.
Salmo de piedra
se me hizo en los labios
la penumbra aletargada del tiempo.
Bernardo Cortés Vicencio
Papantla Ver, México