El tiempo nos olvidó; el espacio nos ha extinguido.
Ya nuestras extraídas almas caminan desfallecidas
llevando a cuestas inertes recuerdos, cual lápidas
abrumadoras pétreas de este tenebroso destino.
Fieles, halamos nuestras sombras nauseabundas
de lo que alguna vez fuimos y ya nunca seremos,
dirigiéndonos al Léucato, a sus fauces iracundas
escajos de nuestros corazones, ahí esparciremos:
Ya he caído, y mis ojos con el cierzo he atestado,
con frutos del estigio mi corazón he alimentado,
devoré angustiado mi propio cerebro carcomido
antes de que él me tragara:¿Tú? ¡Te he olvidado!
ElMaeseVite Citlaltocani
16-nov-2012