El asalto
La vida dormitaba entre unos brazos,
la noche transcurría pensativa,
la espera era tranquila y sensitiva,
abrían las estrellas sus regazos.
Sólo el ligero ruido de unos pasos
tensaba el aire azul y verde oliva,
se oía o no se oía la diatriba,
solía ser saberlo mil eriazos.
Pero no había nadie, los pedazos
de calma regresaban allá arriba,
donde el sueño descansa sin fracasos.
O bien era la muerte la cautiva,
ya vino, ya mató, ya en sus sargazos
no queda ni memoria que reviva.
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07 11 12