Los brazos dorados de Dios, amontonan nubes sobre las montañas
y yo camino por mi ciudad levantando recuerdos.
Frente a esta barda te robé aquel primer beso,
bajo aquella farola deshojaste mi cabello al viento,
en cada esquina repetí: Te quiero.
No quiero dejar por las calles despojos de nosotros…
Ni un eco de tu risa en el pavimento.
La tarde en mis espaldas se siente como tus dedos,
y el otoño desviste los árboles como con besos…
Te encuentro en este rincón que esa noche hicimos nuestro
y la cabeza se me inclina como buscando tu pecho,
el frío me muerde los labios acostumbrados a tus besos.
Con cada paso que doy me voy guardando un recuerdo…