Suficiente mar hay en esta alondra
como para cercenar flores,
y pegar cada pétalo en el tablero
donde una batalla, entre cabezas y torsos
fue planeada, por el estratégico diafragma.
Me dijeron
No dudes –canta la ciénaga-
cántala en la lóbrega arena
esparce su caos
esparce su flora
esparce su fauna
en tus caderas sentadas
-en la necrópolis-
de una aguja.
Decían tantas cosas
mientras lamían sus llagas
daban de comer vértebras
a los perros apodados “Luna”
y se dormían en tabernas
carentes de trova y licor.
Yo les dije
El verbo agazapado en sus retinas
El calendario del sol grabado
en una moneda que pagaba
su minusvalía atmosférica.
Yo les dije
Y no me creyeron
con una navaja
mi lengua, extrajeron
/Y la colgaron/
en un árbol, el símbolo
de mártires creyentes.
Les veo
-colgados mis ojos
en sus murallas-
De su clarividencia
Direccionada
En las piedras de un sol.
El diafragma ganó