Sara (Bar literario)

El fin de la tregua

Suficiente mar hay en esta alondra

como para cercenar flores,

y pegar cada pétalo en el tablero

donde una batalla, entre cabezas y torsos

fue planeada, por el estratégico diafragma.

 

 

Me dijeron 

No dudes –canta la ciénaga-

cántala en la lóbrega arena

esparce su caos

esparce su flora

esparce su fauna

en tus caderas sentadas

-en la necrópolis-

de una aguja.

 

Decían tantas cosas

mientras lamían sus llagas

daban de comer vértebras

a los perros apodados “Luna”

y se dormían en tabernas

carentes de trova y licor.

 

Yo les dije

El verbo agazapado en sus retinas

El calendario del sol grabado

en una moneda que pagaba

su minusvalía atmosférica.

 

Yo les dije 

Y no me creyeron

con una navaja

mi lengua,  extrajeron

/Y la colgaron/

en un árbol,  el símbolo

de  mártires creyentes.

 

Les veo

-colgados mis ojos

en sus murallas-

De su clarividencia

Direccionada

En las piedras de un sol.


El diafragma ganó