No te regalo un rayo de luna
para que lo pongas en tu pelo
como si fuese una flor.
No te regalo un par de estrellas
para que adornes tus orejas
como si fueran zarcillos.
No te regalo una nube
para que en las noches
te sirva de blanda almohada.
Tampoco te regalo mis ojos
para que veas con ellos
el amor como le veo yo.
Prefiero regalarte mis palabras,
la alquimia verdadera, porque con ellas
pongo el mundo entero a tus pies.