En perpetuo silencio se me han quedado las palabras,
aquellas que me he dicho a solas,
aquellas que he lanzado al viento,
esperando que encuentren en tí su morada.
Pero tu hogar tiene la puerta cerrada,
lleva grueso candado dentro,
y ni el viento puede entrar
para que escuches mi lamento.
Me he obligado a dar silencio por amor,
a absorberme los te quiero,
a fundirme los te amo,
y siento ya la fría mano de la muerte en mi pecho.