No soy poetiza de tu alma, no soy el estruendo
de tu corazón, no vengo del horizonte dejando
sonetos de amor al olvido, no soy Cupido en
navegación...
Solo soy común y distante, privada de las noches
frías y de las tardes sin sol, soy erudita en distancia
ajena, irreconocible por el mismo cielo y por el
mismo Dios.
Vengo de un desierto enfermizo sin clima, sin
rayos de luz y resplandor, me cubría en los
brazos arenosos del desierto olvidadizo.
Me alimentaba de la poca brisa que fluía en su
alrededor y me asfixiaba en su mismo oxígeno.
En mi antigua vida no existía explicación, solo
morar en el silencio era mi obligación.
Hasta que en descuido de un tornado tenebroso
me desvió de los disturbios del desierto sin sol,
entregando a mi vida un alma nueva con rayos,
oxígeno e ilusión...
Vengo de un desierto olvidado y ferviente, no me
compares con cupido mucho menos con Dios,
soy distante algo genuina y detectada melancólica
con los desaires combinados del atardecer.
Solo trato de adaptarme a éste cielo distinto al
anterior, y repetirte nuevamente: vengo de los rayos
del desierto olvidadizo sin sol, no me compares con
Cupido... mucho menos con Dios.