Extraño lo que no soy
queriendo ser.
Cuánto podría lograr,
y sólo queda,
nada más que en ver.
Queda alejado,
fundido en la distancia,
vociferando,
en el inverso arcén.
(Como allegado
de la visión,
en la orfandad de besos,
mudo y cojo de tactos,
desentendido de ecos.)
Tantos ambientes quedan
escalonados,
como trasfondo,
siendo horizonte;
y yo quedo sintiéndome
extraño visitante,
ajeno al atractivo
de la beldad,
o a la repulsa
de fealdad.
Quedo como extranjero,
punto y aparte,
intuyendo su mundo.
Extraño avanzar,
deslizarme, ir
sobre esas ruedas
que jamás estuvieron
a mi eje adosadas.
(Aunque tal caso
nunca alcanza...
a verter en mis ojos
la tormenta salada
de una lluvia nostálgica.)
Busco no adormecerme
tras el límite virtual
de la pantalla.
Ni esclavizarme
a un único sentido.
Decido incinerar
tonos pasivos;
pues,
la avidez precisa
razón aventurera.
Marco Polo es mi hermano,
es mi puerto, Venecia.
Visto la seda,
doy color con la pólvora,
al encender
—tras la navegación—
infinitos cohetes
con diminutas mechas.
Extraño otras Américas,
me sé próximo a Colón.
Indago rostros
amparados por máscaras.
Indago tras
los visillos y mamparas,
tras los muros y arboledas,
dentro de cuevas,
bajo las mesas;
yo suelo preguntarme
dónde y porque,
cómo de grandes
son las necesidades.
Soy docto en extrañar.
Le adeudo trenza
a la avidez.
Dispuso ella mil hebras
además de balanza,
y costurero.
Incluso supe que resguardaba
su personal;
cajón de sastre.
Al ser ávido tengo;
hilos ,telas y sietes,
la costura y tijeras.
Avidez protectora,
que me cubre y resguarda
hasta en cruda intemperie;
como a un valle, laderas.
Espero que al extrañar
no se homogeneice
duramente el fracaso.
Ni signifique,
evidenciar un hoy;
desmotivado,
alicaído,
de miseria harto.
Extraño paisajes inciertos
recubiertos de tentadores encantos.
Extraño incluso;
maldiciones que lanzan
hombres descreídos.
Sucede así,
porque al ellos hacerlo,
contrastan su decir,
reconocen, confiesan,
las dudas contenidas,
su frágil universo.
Encuentro hermosa
la sencillez.
Extraño la simpleza
expresiva que roza
la claridad,
y, el malamente
menospreciado absurdo.
que nos hace reír
cercano al ridículo.
Extraño los mensajes
sabios por nítidos.
Transparencias oliendo
a formas invisibles.
Y es que adoro
de la vida sus trucos.
Extraño; apacibles lugares que no visité.
Los márgenes opuestos al mío.
Costas lejanas, casi inalcanzables,
playas que, igual podrían sanarme
como darme cobijo.
También echo en falta:
imaginados planetas
aún ni mentados en mapas.
Aprender a respirar
sin ser dañado por gases.
Mayor sonido en la voz de las rocas
pues como yoguis meditan
y como libros esperan,
son una fuente con habla.
318-omu G.S. (Bcn-2012)