En un lejano bosque vivían un árbol de pino, y una mariposita. Bueno en realidad no era un bosque, era un bosquecito muy pequeño donde la frescura de la naturaleza brotaba en el aroma de sus árboles. En realidad tampoco era una mariposita, era una mariposa gigante que había crecido en ese bosquecito al lado de su amigo un viejo pino. Y en realidad tampoco era un árbol el que vivía en el bosquecito, pues allí al lado del viejo pino vivían otros pinos más jóvenes junto a millones de flores que alfombraban cada primavera aquel lugar y llenaban de sombras los días soleados con la majestuosidad de sus hojas.
Allí en ese pequeño mundo se fue haciendo grande la amistad entre el viejo pino y la mariposa. Ella volaba cada mañana por todo el bosque, y al llegar a donde estaba el pino plantado, revoloteaba en círculos en torno a él. Allí le conversaba de sus alegrías, le comentaba de sus tristezas y a veces también le cantaba hermosas canciones que había aprendido escuchando a los pájaros cuando cantaban.
Era una hermosa relación amistosa que el viejo pino había aprendido a valorar, él sabía que su amiga la mariposa era una compañera fiel que cada mañana le brindaba su alegre saludo, y le traía el colorido de sus alas para alegrarle su verdor, él en pago, le brindaba su atención cada vez que ella le hablaba, le daba su aroma de pino para agasajarla, y sobre todo le dispensaba su amor para que ella se sintiera tan feliz como él.
Toda esta alegría fue interrumpida una mañana cuando unos leñadores llegaron al bosque a talar algunos pinos. La mariposa mientras volaba aquella mañana los vio venir, y salió veloz a informarle a su viejo amigo del peligro que corría.
- ¿Qué puedo hacer yo? le preguntaba tristemente el viejo pino, sí estoy plantado en la tierra y no puedo huir. Huye tú amiga, tú sí que puedes volar y evita el peligro. Y siguió hablando a su amiga… - Cuídate, en cuánto pueda haré mis esfuerzos por volver a verte. Ojalá y no te olvides de mí.
La mariposa lloraba, no podía contener sus lágrimas al saber que unos golpes de hacha la separarían de su viejo pino, y quién sabe qué destino correría después. Por eso estaba triste y preocupada.
-Ahh ya se, los seguiré; iré donde vayan y haré lo posible por traer de nuevo al bosque a mi viejo amigo.
Una vez cortados los pinos del bosque, incluido el viejo pino, los leñadores los subieron a una inmensa carreta y los trasladaron al aserradero.
La mariposa los siguió hasta allá, y sintió mucho dolor al ver tantos pinos arrumados en el piso listos para ser procesados. Allí sintió un inmenso dolor al escuchar el sonido de las sierras que aserrarían la madera de su viejo amigo.
Allí sacaron del viejo pino, pasta de fibras vegetales, luego fueron molidas, blanqueadas, diluidas en agua, secadas, y posteriormente endurecidas con una substancia llamada polipropileno, para finalmente convertir sus fibras en delgadas hojas de papel.
La mariposa silenciosa observaba todo y había visto el proceso de transformación que había sufrido su viejo amigo.
Al día siguiente llegó un camión y se llevó las hojas de papel rumbo a la imprenta donde a través de un trabajo editorial sería convertido en libro. La mariposa siguió paso a paso el proceso de transformación que seguía sufriendo su amigo el pino.
Luego de terminados los libros, fueron embalados y llevados a las librerías y a las bibliotecas, donde serían utilizados por los usuarios. Allí estaba la mariposa tras la pista de su viejo amigo. En la librería no pudo hacer nada para entrar en contacto con su amigo, pues los libros estaban protegidos y guardados en espacios cerrados. Fue en la biblioteca donde pudo entrar libremente y reencontrarse con su amigo, confundida entre la gente como una mariposa lectora.
Y ambos al encontrarse de nuevo, sin decir palabras, se fundieron en un eterno abrazo, y la seda de las alas de la mariposa se fusionaron con las hojas de su viejo amigo quedando para siempre impresa en sus páginas, con la esperanza de que nunca nadie más los separara.
FIN