Las aves son dueñas de la brisa
cuando despliegan sus alas,
pero yo soy dueño de la sonrisa
que radiante brota en tu cara.
La montaña es dueña del eco
que retumba en sus paredes rocosas
pero yo soy el dueño de los besos
que a diario salen de tu boca.
La playa es dueña de la salinización
y dueña también de la arena
pero yo soy el dueño de la ilusión
con la que tú, en silencio sueñas.
Las flores son dueñas del rocío
y los pájaros, dueños de los frutos,
pero yo de todos tus suspiros
sigo siendo el dueño absoluto.
El río es dueño de las piedras
y los niños dueños de los cuentos,
pero yo soy, aunque no lo creas,
el dueño de ese amor que llevas dentro.
Son tantas ya, mis posesiones,
tus sonrisas, tus besos, tu ilusión;
tus suspiros y hasta tu amor,
por eso me siento rico en ocasiones.
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