A la flor de pètalos ajados,
que carece de aromas peregrinos,
a la que crece en bosques ignorados,
o a la vera de gèlidos caminos.
A esa de pètalos ajados,
que resiste el embate de los vientos,
aunque nunca, quizà, la habràn mirado,
le dedico, por fin, un pensamiento.