Las puertas tenían claustrofobia
al pequeño agujero de una llave invasora,
Las ventanas, dos párpados miopes
por la luz y sombra de barbas ciclotímicas.
Las perillas tenían miedo de girar,
-Nunca sabían que había del otro lado-
La habitación era la única habitante
descansando tranquila.
Ella conocía el nombre,
del silencio de las cosas.