Detrás de su mirada
retoza una promesa
de mujer enamorada.
Y aunque su boca reniega
de la rutina y los días
de su marido y los hombres
de que todos son lo mismo
falsos y mezquinos,
de que la vida es una mierda
si no fuera por los hijos,
de que el amor no existe
sino en las Telenovelas.
Van susurrando sus labios
-aún como los de una muchacha-
dulces canciones de moda
de fidelidad y entrega.
Como una mimosa a la espera
de una caricia tierna.