Deje que me besaran esas lagrimas que iban
cayendo, deslizándose por los indecisos valles
de tu piel, atropellando mi decisión de
permanencia en un campo no habitado en el
cual había practicado la frialdad para aquel
momento… impidiendo que tus sollozos me
alcancen, manteniendo quieta la cobertura de
mi cobardía por desparramarse en el momento
de la desolación.
Atragantando mis palabras y enmudeciendo a las
miradas, dando espacio para que el silencio
hablase, me aleje esquivando tu presencia, por
cada lagrima tuya, se pausaba una palabra
mía no expulsada a tiempo, solo te quedaba
descifrarme en el silencio misterioso, mas no
aguante tanta lejanía aun teniendo las almas
frente a frente y te deje llorando bajo el
cielo eterno de esa noche.