Mi conciencia, lágrima del mar,
inmensa, como un punto,
diminuta, tal el infinito.
En los instantes,
cuando la paz me acoge,
soy como un espejo,
que refleja el azul del cielo,
durante el día,
y la noche estrellada,
cuando ésta se despierta.
Se riza, por sus corrientes subterráneas,
y por el viento de brisas y huracanes.
¿Qué llevaré adentro,
que de pronto se encrespa el alma?
¿Y de fuera, sólo por ciertos aires,
como el arcaico mal de ojo?
¿Por qué rompen la serenidad?
Aunque no se nota,
mis olas van y vienen,
desde antes, hasta después.
A veces se convierten,
en besos perfumados,
que deshielan las playas rocosas,
otras, apagan o hacen hervir,
los volcanes marinos,
de profundos lechos.
Cada ola se fragmenta,
en miles de pensamientos,
calmando la sed,
de sedientos granos de arena,
de tus infinitas playas,
que persisten como depósitos,
de la naturaleza humana.
El par, en nuestra dimensión,
la playa y el mar se complementan,
una es del otro, éste de aquella,
es el límite del mundo de la ilusión.
El grano, convertido en polvo,
y disuelto en el agua,
no se ve, allí está,
sigue separado, como tu y yo.
Cuando descubrimos nuestra esencia,
más allá de las moléculas y átomos,
la playa se convierte en mar,
éste, se vuelve playa.
No hay separación,
se alcanza la unidad,
mortales que viajamos en el cuerpo.
Sin saber y sentir, muchas veces,
que nuestra verdadera naturaleza,
del océano y del fuego,
está en nosotros contenida .
Porque somos Ello,
disfrazados de ola y de playa,
de rosa y colibrí,
de hombre y de mujer.
Ese eco divino,
hace que te busque y ame,
porque así me encuentro yo.
EL POETA DEL AMOR. 25-11-12.
CABO SAN LUCAS, BCS. MÉXICO.