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Dónde perseguir
la eterna bestia de los sueños al fin rotos por doquier?
Hechos triza de cementerios.
¿Cuál estación sin nubes vista
ni anochecido eclipse, huye envuelta con lienzos,
cenefas de anunciar despedidas a tantos planes,
cielos e infiernos como nos rezaron?
Los pies se desdicen ante el cruce de caminos.
Se va uno de mí hacia la derecha
al encuentro con su propia voz tormentosa
que dice un país desorbitado de intermitentes batallas perdidas.
El que sigue, parte también sin mirarme atrás,
presto y prudente rumbo a sueños irracionales
que le nacieran cuando cruzó molinos de arena de viento
rumbo a las páginas erróneas de un libro pasto de las llamas
Entonces, ya siendo vacío, desmembrado utópicamente,
quedo a la espera de que algo regrese,
que verifique si aún queda vida aquí,
o siquiera planes para un vago futuro en ciernes,
que verdaderamente no existe jamás,
pero en algo hay que creer,
aunque insepulto por reminiscencias
de lo que no fue, subsista.
Luego de siglos a pesar del abandono,
me buscarán en vano entre carteles de los desiertos,
bajo las piedras blancas de espera,
y tendrán que lamentarse
por no haber hospedado al suicida tras espejos.
Hasta mi sombra será un canto
de pájaras ciegas