Ya no tiene caso quererte,
pues mi sentimiento escurre como rocío al viento.
Ya no tiene caso pensarte,
pues aquellos dos luceros que al mirarme detenían mi mundo
ya no apuntan a mi puerto vacío.
Ya no tiene caso rezarte
pues mis plegarias siguen etéreas.
Ya no tiene caso recordarte
pues al hacerlo ardo de impotencia y sólo consigo marchitar el desolado y árido bosque de mi alma.
Ya no tiene caso desearte,
pues este deseo no es mundano es incontrolable cual el Sol al cielo.
¡Más ya no tiene caso tratar de olvidarte!
Pues sería igual de imposible que tratar de privar de belleza
a tu cuerpo, a tu cara, a tu alma.