Sueña el aire en su orilla, y siento el vuelo
cálido de mi sangre.
José Luis Cano
Oscurece sobre mi piel de noche,
sube un cosquilleo de los granos de arena;
y un delicioso sabor de silício se pega a mis labios.
Me tiende el mar sus brazos amantes;
acaricia mi desnudez,
me adhiero a él de la cabeza a los pies;
rasguea los finísimos vellos,
y me arrastra hasta los confines de la ternura.
Somos un mismo paisaje, una nota de aire, de nieve, de ondas,
un vaivén de labios transparentes que lamen, muerden...
descubren cada rincón recóndito de mis laberintos,
juegan y se ríen en burbujas turbias,
mis manos corren sedientas suavizando mi vientre,
bebo agua pura en sus ojos de azabache;
... agonizan las nubes.
En el silencio que nos envuelve,
siento mis venas hincharse hasta el límite;
expiro bajo su peso;
¡ ábrete!, ¡ ábrete!, susurras
¡ abrázame más fuerte! grito,
quiero consumirme en tu regazo,
sentir el flujo de la muerte estrujarme la carne;
rendirme al éxtasis en cada nota y trascender...
y las aguas de arriba y de abajo se mezclaron.
Merche DemBar
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