Penumbras,
noche y delirio
entre las miradas
de un noble amor
cobijado por
sueños.
Tangos,
placeres vivos,
añejos vientos
que traen vivencias
de otros tiempos.
Zaguanes,
viejos recodos,
pasiones ardientes
entre los rincones
de los suburbios.
Noches febriles,
ansiosas noches
llenas de anhelos,
viejos deseos
que se acomodan
a los recuerdos.
Faroles de luz difusa,
apenas juegan
con las caricias
y aquellos besos
de amores tiernos.
Entre los años
se fueron dando
miles de sueños,
otros quedaron
como impresiones
entre el cemento
de baldosones
Se han despertado
los adoquines
y han entregado
mansas pisadas
de años lejanos,
tiempos mundanos,
tiempos de juergas
y de alborotos,
tiempos de guapos
y de taimados,
tiempos de reos.
Evocaciones,
que traen lamentos,
sanos instantes
que están cargado
con las fatigas
de tangos y valses.
Cara con cara,
abrazaditos
y la milonga
que se lanzaba
sobre los patios
de corralones.
Y el organito
de don Eustaquio
que dispersaba
las armonías
para alegrar
tardes porteñas.
La madreselva,
la flor de noche
que en los paredones
floreaba amores.
Está todo allí
en las memorias
que han sembrado
huellas de tangos
que yacen frescas
como los nombres
de aquellos ecos
de viejos silbidos
y de acordeones.
CARLOS A. BADARACCO
26/11/12
(DERECHOS REGISTRADOS)