Con el alma descalza acaricie tu andar,
Te pinte una sonrisa antes de besar
Con la brisa resbalándose precisa
Invitándonos a disfrutar nuestra felicidad.
Y fue ahí, frente a la inmensidad del mar
Las olas salaron nuestros cuerpos
Mezclándose la miel y sal en el amar.
Tu dulce voz apenas perceptible
Ordenándome tomar la intimidad
Que anegada de deseos gemía
Con una intensidad imposible de acallar.
El sol que apenado parecía se iba a descansar
Regalándonos un sonrojado paraíso,
Las olas guardaron silencio…en complicidad,
Las gaviotas volaron sin graznar
Cual guardianes en nuestro naufragar.
Y fue aquella tarde-noche... sin igual
Fincando nuestro amor en firme roca
En una entrega y mil promesas
Que nos llevarán a la otra orilla, mar a mar
A donde nos espera la feliz eternidad.
D.R. (Vozdetrueno)